Improbable
Capítulo 1
Vuelve
a mirarse en el espejo. Sigue asombrada ante la imagen que tiene en
frente suya. ¿Sigue siendo ella? Un cúmulo de preguntas
le rondan la cabeza.
Se
coloca las manos en las mejillas y, con los ojos aún
brillantes, deja salir un grito ahogado. Sus dientes, que ya no están
protegidos por el aparato, se muestran brillantes. Sus ojos marrones
parecen más grandes al quitarse las gafas. Y su rostro, fuera
de granos, puntos negros y espinillas, reluce en su habitual tono
blanquecino.
Esa
misma mañana su padre la ha despertado, diciendo que quería
llevarla con él a su trabajo. Janelle había aceptado la
propuesta pensando que así podría disfrutar de su
compañía, y de las profesionales cámaras con las
que trabaja su equipo.
Robert,
su padre, lleva a cargo una empresa de fotografía. Donde
modelos, tanto hombres como mujeres, van y vienen, y dónde un
equipo de profesionales utiliza de las mejores cámaras y demás
para hacer su trabajo.
—¿De
verdad soy yo? —se levanta de la silla de cuero blanco y se coloca
en frente del gran espejo. Se toca el pelo, suelto. Dos palmos más
abajo de sus hombros —Janelle Meester, vaya —sonríe a la
imagen del espejo. Sus ojos llegan a iluminarse, haciéndose un
marrón profundo, y su sonrisa irradia felicidad.
—¿Qué
opinas? —Robert aparece por la puerta, contemplando el gran cambio
de su querida y única hija.
—Papá,
¿cómo lo habéis hecho? —aparta la vista del
espejo y le mira a él, aún sonriendo.
—Han
estado contigo durante dos horas. Pero mírate, brillas mucho
más que antes —se acerca a ella y se coloca detrás.
Ahora los dos contemplan a la chica del espejo.
—No
mientas porque sea tu hija, papá. Yo nunca he brillado —suelta
una pequeña risa haciendo que su sonrisa disminuya.
—No
digas eso —le da la vuelta —tú siempre has brillado. Pero
lo has hecho desde dentro. Ahora la única diferencia es que
además de brillar por dentro, brillas también por
fuera. Y no lo digo por ser tu padre. Solo estoy diciendo la verdad.
Robert
le da un beso en la frente y vuelve a mostrarle una de sus sonrisas.
La mira por última vez, acordándose de su esposa. Ahora
se parece mucho más a su madre. Es la viva imagen de
Elísabet, la única mujer que fue capaz de robar su
corazón. Ahora sólo la tiene a ella, su hija. La
segunda mujer que ha sido capaz de robar su corazón, aunque de
una manera diferente.
Con
miles de recuerdos y con un paso ligero sale de esa habitación.
Deja allí a Janelle, con las últimas palabras de su
padre sonando en su cabeza.
Tú
siempre has brillado. Pero lo has hecho desde dentro. Vuelve a
girarse, mirándose en el espejo. Y susurrando esas palabras
suelta una suave risa. La felicidad vuelve a apoderarse de ella.
Ahora la única diferencia es que además de brillar
por dentro, brillas también por fuera.
—Papá,
todo lo que se te ocurre por tal de verme sonreír —dice en
voz alta, en medio de la habitación —pero la verdad es que
siempre lo consigues.
La
imagen que refleja el espejo no parece real. Su cabeza está
llena de preguntas y de diferentes sensaciones.
Con
los sentimientos aún a flor de piel se marcha de la
habitación. Dejando allí a la vieja Janelle Mesteer,
para así mostrar al mundo a la nueva. Pero también
teniendo en cuenta que aunque su aspecto físico haya cambiado,
su manera de ser permanecerá. Sus padres le habían
inculcado valores. Uno de ellos; ser ella misma ante los demás.
Suspira
levemente, mostrando una sonrisa de añoranza al pensar en su
madre.
Los
rayos de sol empiezan a colarse por su ventana. Con un pequeño
gruñido se da la vuelta intentando volver a coger el sueño.
Se pregunta a si mismo por qué tiene que ir a ese estúpida
universidad. Si hay algo que le cuesta hacer es madrugar, entre otras
muchas cosas.
El
sonido de la puerta de su habitación hace que abra los ojos.
Anne ha entrado para despertarlo. Sabe que si no lo hace, su hijo es
capaz de quedarse dormido y no asistir a las clases. Así que
cada mañana tiene que ir a despertarlo.
Se
frota los ojos, y aún con la mirada dormida se fija en ella.
Ahí está, con una de sus mejores sonrisas sólo
para él. Se repite a si mismo que es la madre más guapa
que jamás haya visto.
Su
pelo liso, moreno. Sus ojos azules celeste, algo que él
también ha heredado, aunque también parte de los de su
padre verdosos. Y con sus sonrisas tiernas, sinceras, y llenas de
amor.
—¿No
crees qué es hora de que te levantes?
—No
—contesta con voz ronca, está agotado. Anne se ríe y
él hace una pequeña mueca —Levantarse a estas horas
debería ser un delito.
—Vamos
Harry, te espero abajo ¿vale? —acaricia la melena rizada de
su hijo, y mostrando otra sonrisa se marcha de su habitación.
—¡Recuérdame
por qué debo ir a esa estúpida y asquerosa cárcel!
—grita él mientras se levanta perezoso de la cama.
—¡Porque
sino, no llegarás a ser nadie en la vida! ¡Y yo no
quiero que mi hijo trabaje fregando platos el resto de su vida! ¡Así
que te levantas, te das una ducha y vienes a desayunar! —grita Anne
respondiéndole desde la cocina. Se ríe, su madre sabe
tener respuesta para todo.
Se
despide de Anne dándole un beso en la frente y un abrazo
rápido. Esta vez ha estado más tiempo en la ducha. Se
encontraba bien debajo del agua y casi no se había dado cuenta
de que llevaba más de quince minutos.
Tiene
más prisa que otros días, aunque no va a correr. No le
da mucha importancia a la universidad. Los estudios no es algo que le
preocupe. Si fuera una cita, o una ocasión clara con una
chica... cambiaría de opinión.
Llega
al aparcamiento e intenta buscar un sitio donde dejar su coche. Hoy
está más lleno de lo común. Decide aparcar más
lejos del sitio habitual de todas las mañanas.
Coge
su mochila y entra en aquel pasillo. Todos giran la vista para
mirarle. Algo habitual. Las chicas le miran y le sonríen,
coquetas. Una sonrisa de su parte hace que unas risas nerviosas
salgan de sus labios.
Él
sigue caminando hasta llegar a la clase nº 13D. Vuelve a sonreír
de esa manera tan Harry Styles al grupo de chicas que le miran desde
sus asientos. Son todas iguales. Harry había estado
tonteando con alguna de ellas, y se había dado cuenta de lo
tontas y fáciles que llegan a ser.
—¿Dónde
estabas? Hemos estado esperándote, pensábamos que te
habías vuelto a quedar dormido —uno de sus amigos, Louis.
Castaño, ojos azules, cabello corto con un original y diminuto
flequillo. Le golpea el hombro.
—Me
ha faltado poco —carcajean los dos. Aparecen Zayn y Liam. El
primero moreno, ojos marrones intensos. Cabello negro. El segundo
castaño también, ojos marrones avellana y sonrisa
encantadora —Pero he llegado a tiempo.
—Yo
preferiría quedarme dormido, tío —dice Niall, que se
ha unido a la conversación. Rubio, ojos azules. Más
celestes que los de Louis, pero los dos hermosos. Cabello corto,
despeinado.
—No
me tientes, en serio. Tengo un sueño... —los cinco carcajean
y se sientan en sus respectivos sitios.