Improbable
Capítulo 3
Todos
observan la escena. Sus amigos Zayn, Liam, Louis y Niall se miran
entre ellos. Luego vuelven a fijarse en ella. Todos piensan lo mismo:
ha cambiado. ¡Y de qué manera!
Sus
ojos descubiertos sin esas horribles gafas relucen y llaman la
atención a muchos. Su boca, sus dientes, sin el aparato que la
caracterizaba deja ver unos dientes blanquecinos. Su cara, fuera de
granos, espinillas y puntos negros, parece que deslumbrara. Su pelo,
recogido en una coleta como suele llevar siempre, parece incluso más
brillante.
—Vamos,
que no muerdo —no aparta la vista de ella. Le es incapaz dejar de
mirarla. ¿Cómo ha cambiado tanto? Nunca antes se ha
fijado en su cuerpo, y esos vaqueros pitillo, aunque no ajustados, le
marcan una buena figura. Los demás ríen divertidos.
Janelle
camina hacia la silla, dudosa. No sabe si se va a arrepentir de lo
que está haciendo. Los nervios la están matando, y
sentir las miradas de todos no ayuda a relajarse. Camina insegura y
sin dirigirle la mirada se sienta. Deja a un lado sus cosas y se
incorpora mejor en la silla. Suspira al sentir la mirada de Harry
posada en ella, y en todo su cuerpo. Se siente incómoda, pero
decide dejarlo estar.
Los
alumnos han dejado de mirarla, aunque de vez en cuando le echan un
vistazo. Las chicas sienten algo de envidia al notar que la mayoría
de chicos no dejan de mirarla. Los chicos la observan, comiéndosela
con la mirada la mayoría de ellos.
Ella
escribe los apuntes que dicta el profesor Weasly, una de las pocas
que lo hace. Los demás aparentan hacerlo, pero la mayoría
está dibujando, o escribiendo cosas sin sentido.
—Ni
me has agradecido que te dejara sentarte aquí —la voz de
Harry sobresalta a Janelle. Se ha acercado más a ella para que
el profesor no le echara la bronca. También es una excusa
tonta para poder verla más de cerca.
—Gracias
Harry —su voz es un susurro.
La
idea de haberle dirigido la palabra sin un insulto o una burla hace
que le resulte extraño. La proximidad la hace sentirse
incómoda, y sus manos empiezan a mover rápido su
bolígrafo. No aparta la mirada de la pizarra. Él
sonríe, divertido. Sabe que ella es tímida y que no es
partidaria de hablar con desconocidos, o peor aún, chicos como
él. Pero decide seguir.
—Siempre
que quieras, Meester —vuelve a sonreír. Su mirada se posa en
los labios de ella, que ahora muerde por los nervios. Se ven muy
carnosos... —Puedo reservarte el sitio siempre que quieras.
Ella
sopla, cansada de la insistencia del chico. Sabe que se está
riendo de ella. Ni siquiera entiende cómo no le ha insultado
ya o se ha reído en su cara. Pero no quiere preguntarle, ni
quiere volver a hablar con él. Se tensa cuando siente la mano
de Harry en sus dedos, haciendo que deje de mover el bolígrafo.
Sus mejillas comienzan a enrojecerse de nuevo. Él no aparta la
mano y eso hace que gire la vista para mirarle.
Por
primera vez desde que se ha sentado.
—¿Qué
haces? —no es capaz de esconder los nervios en su voz. Su mirada se
cruza con la de él, y con sus ojos verdosos. La aparta en
seguida ya que él no tiene intención de hacerlo. Una
pequeña risa sale de sus labios.
—Me
estabas poniendo nervioso con el ruido. Sólo eso, tranquila.
Aparta
al fin su mano y Janelle la pone debajo de la mesa, encima de sus
piernas. ¿Por qué se comporta así? ¿Qué
quiere de ella? ¿Hacerle pasar uno de los momentos más
incómodos de su vida? Y eso que ha pasado muchos...
Definitivamente se arrepiente de haberse sentado allí. Tal y
como pensaba. Puede oír una risa divertida proveniente de
Harry.
Él,
al fin, aparta la mirada de Janelle. Y ella se siente mejor:
liberada, tranquila. El color de sus mejillas disminuye, aunque no
del todo. Muchas cosas en poco tiempo.
La
tensión que momentos atrás sentía Janelle ha
desaparecido. Nunca antes ha tenido una conversación tan larga
con un chico como él. Bueno, en realidad no ha tenido muchas
conversaciones con chicos. Nunca antes se han fijado en ella como
para tener una conversación.
Ella
es diferente a las demás chicas. No tiene las mismas
ambiciones, ni las mismas ideas. Lo único que les llama la
atención a los adolescentes es salir por las noches, beber
todo lo que pueden, fumar cualquier cosa, y acostarse con el primer
desconocido. Así que Janelle se siente orgullosa de no ser
como todos ellos. Le gusta ser diferente en ese aspecto.
No
está prestando atención a clase, normalmente no suele
hacerlo. Desde que ha tenido esas pocas palabras con ella no deja de
pensar en qué estará pensando. Es normal que se haya
asustado. Nunca antes le ha hablado, y menos de la forma tan amistosa
como hace unos minutos.
Gira
su vista a la izquierda, mirándola. Sigue prestando atención
al profesor. ¿No se cansa de escucharle? Observa su mano, la
que antes ha tocado, y ve que todavía la tiene encima de sus
piernas. Sonríe de lado y recuerda la cara que ha puesto al
notar su mano encima de la suya. Parece tan tímida, tan
callada...
No ha
dejado de mirarla, pero da un pequeño salto en la silla cuando
recibe una nota de papel en la espalda. Mira hacia los lados y ve a
Louis riéndose. Le mira sin entender, y su amigo le hace un
gesto para que lea el papel. Harry mueve la cabeza.
—“¿Qué
te ha dado con Janelle que tanto la miras?” —coge uno de sus
bolígrafos y escribe algo, lo envía atrás. Louis
lo coge y se ríe.
—“¿No
es evidente? Está bien buena, amigo” —el papel vuelve a
tocar la espalda de Harry, que lo vuelve a abrir y lee.
—“Has
sido rápido en dejarle el sitio. La próxima clase no
tendrás tanta suerte” —una sonrisa victoriosa se muestra
en su cara, y escribe por última vez. Lo envía atrás.
Louis lee y levanta una ceja, asombrado ante el comentario de su
amigo.
—“Suerte,
porque ella no se fijará en ti. Es demasiado inteligente. Pero
yo sé como llamar su atención.”
Le
cuesta leer lo que el profesor está escribiendo en la pizarra,
el reflejo de la ventana hace que un brillo tape justamente ese
trozo. Intenta hacer un esfuerzo, sus ojos se van haciendo más
pequeños pero ni con ésas. Incluso se ha movido en el
asiento en otra dirección, pero nada. Resopla resignada. Por
mucho esfuerzo que haga es imposible.
Empieza
a pensar en cómo va a ser capaz de hacer los deberes. No se
puede permitir suspender el examen.
—Los
ejercicios de las páginas 22, 24 y 25 más los
comentarios de texto de los libros de literatura —sus palabras
hacen que se asuste. Le mira y hace un mueca con los labios. Él
sonríe y ella se pone aún más nerviosa —No ves
la pizarra, ¿no? Eso es lo que está escrito.
Una
pequeña arruga se dibuja entre sus cejas, aún no
entiende por qué le ha ayudado. Sigue mirándole y él
sigue sonriendo. De alguna manera a él le divierte que ella se
tome las cosas tan en serio. Janelle decide creerle. Se acerca a su
cuaderno y apoya su mano. No recuerda lo que le ha dicho, y cuando
está a punto de preguntárselo, él la interrumpe.
—Páginas
22, 24 y 25 y comentarios de texto de literatura —para unos
segundos viendo como Janelle escribe cada palabra. Sonríe
satisfecho, luego continúa —y funcional de todo ser vivo.
—Gracias
—esta vez no le mira, pero ha sido sincera. Su voz es tímida,
como la última vez, y casi tiene que hacer un esfuerzo para
oírla.
—Siempre
que quieras, Meester —ha oído esa frase y esa entonación
antes. De nuevo le regala otra sonrisa, de ésas que hacen que
le tiemblen hasta las piernas.